Desde Las Sillas Voladoras nos hacemos eco de la entrevista realizada a nuestro asociado y creador de New Wings, José Luis de Augusto por el Diario de Sevilla publicada el 4 de mayo de 2025 y lo reproducimos íntegramente.
José Luis de Augusto, superviviente del accidente del A400M: "Quiero ser astronauta"
Este ingeniero aeronáutico, que enseña a volar a discapacitados,
trabaja para ser la primera persona parapléjica lanzada al espacio
José Luis de Augusto Gil es uno de los dos supervivientes del
accidente del Airbus A400M, del que el próximo 9 de mayo se cumplirán
diez años. Sufrió lesiones muy graves. Quedó parapléjico. Diez años
después, aspira a ser astronauta. Sería, dice, como mandar un mensaje
imbatible para las personas discapacitadas. "Si hay un astronauta
parapléjico, ¿quién le dice a una persona en silla de ruedas que, por su
discapacidad, no puede optar a un puesto de trabajo en cualquier
empresa?", se pregunta.
Es ingeniero aeronáutico y de vuelos de ensayos, piloto comercial e
instructor de vuelo. Nació en Sevilla hace 42 años, vivió cerca del
aeropuerto y luego ha residido años en Madrid y en Francia. Volvió a su
ciudad y desarrolló la mayor parte de su carrera en ella. Llevaba siete
años en Airbus cuando se produjo el accidente. Antes de incorporarse a
esta empresa, fue instructor de vuelo en varias escuelas. Ahora preside
el Real Aeroclub de Sevilla y, a través de esta institución, dirige la
escuela New Wings (Nuevas Alas en inglés) para dar clases de aviación
adaptada. "No he parado nunca", afirma, y tampoco lo ha hecho después
del siniestro en el que estuvo a punto de morir.
La entrevista se desarrolla en el interior de su avión, un Piper Turbo
Arrow IV que está en la terminal de vuelos privados del aeropuerto de
San Pablo. Con él viaja por placer. El año pasado estuvo en Berlín, por
ejemplo. Es el lunes 28 de abril y son las 12:30 horas. Nada más
comenzar, España sufre el peor apagón de su historia. En esos primeros
instantes, nada revela algo anormal en el aeropuerto. Siguen aterrizando
vuelos y el suministro eléctrico no se corta en ningún instante. Uno de
los aviones que toma tierra es precisamente un A400M. ¿Qué siente
cuándo lo ve aterrizar? "Aunque haya pasado tiempo, es un proyecto que
considero parte de mi historia y de mi vida. Y le tengo un cariño
especial, le he dedicado mucho tiempo y casi mi vida. Estuve aquí en
Sevilla prácticamente desde el principio y lo vi evolucionar".

Y cómo recuerda el accidente. "El tiempo pasa rápidamente, ya hace
diez años. Por una parte, lo recuerdo tristemente, porque fallecieron
cuatro compañeros y dos sobrevivimos. En mi caso fue una segunda
oportunidad, el hecho de sobrevivir a un accidente aéreo de esas
características hizo que me replanteara la vida, tanto por mi lesión
como por factores psicológicos y externos, de otra manera. Por una
parte, eso es positivo, pero también fue una desgracia perder a cuatro
compañeros". En el siniestro perdieron la vida los pilotos Jaime
Gandarillas y Manuel Regueiro Muñoz y los ingenieros de vuelo Jesualdo
Martínez Ródenas y Gabriel García Prieto. Se salvaron José Luis de
Augusto y el mecánico Joaquín Muñoz Anaya.
Dice que su supervivencia no fue más que una cuestión de suerte.
"Estábamos todos en el mismo sitio, en la misma zona del avión, en los
mismos dos metros cuadrados. La verdad es que fue una cuestión pura y
dura de suerte el hecho de poder sobrevivir y estar hoy aquí
contándolo". No puede entrar en demasiados detalles del siniestro por un
asunto de confidencialidad y secreto industrial, pero sí explica lo que
se sabe que ocurrió. "Todo el mundo sabe que fue un fallo de tres de
los cuatro motores por una serie de circunstancias, que hicieron que el
vuelo fuera inviable. Intentamos volver, pero al final no nos dio más
margen que intentar un aterrizaje de emergencia haciendo el mínimo daño
posible, en un descampado. Un avión de esas características, cargado de
combustible, en el momento en el que da con una línea de alta tensión,
como pasó, rompió el tren de aterrizaje y rompió todo. Después, se
produjo un incendio y se destruyó el avión. Perdí la conciencia dentro,
aunque luego salí del avión por mis propios medios. Ya fuera hubo gente
que nos ayudó a apartarnos y nos arrastró".
Sufrió una lesión medular que se traduce en una paraplejia. "Con lo
que ello conlleva, tengo movilidad reducida y afectación al tren
inferior. Es un cambio total en mi vida. Soy usuario de silla de ruedas
ligera y la vida cambia. Después de un periodo de adaptación difícil,
que duró años, intentas rehacer la vida y darle un sentido diferente,
adaptarte a las limitaciones". Con el tiempo tuvo la oportunidad de
conocer el mundo de la aviación adaptada. "Y eso me abrió unas nuevas
metas o unas nuevas formas de conocer la aviación, en este caso con
aeronaves adaptadas".

Recuperó su licencia de instructor de vuelo y piloto. "Y puedo
seguir haciendo lo que me gusta, que es volar. He aprovechado la
oportunidad para reinventarme y crear una escuela para personas con
discapacidad, siempre sin ánimo de lucro. Ahora soy yo el que da la
oportunidad a personas con discapacidad para que puedan volar", explica.
El año pasado organizó unas jornadas en las que participaron más de 150
personas. Tuvieron lugar en el aeródromo de la Juliana, donde los
asistentes conocieron los helicópteros y aeronaves del Ejército y de la
Policía. "Cosas como ésas me aportan más valor que el hecho de estar
trabajando en una empresa".
Sobre si se siente un referente para otras personas con
discapacidad, admite que todos, en su medida, lo son. "Cada uno tiene
sus circunstancias, y son difíciles de superar. A mí siempre me ha
gustado la aviación, así que... ¿Qué mejor que dedicar mis recursos,
tanto económicos como intelectuales, a promover una aviación y a un
espacio más adaptado? Es mi sector y tengo los conocimientos necesarios
para ello".
Por eso, ahora quiere ser astronauta. "La Agencia Espacial Europea
suele sacar convocatorias de astronautas para personas con discapacidad.
Lo suele hacer cada diez años y la última vez lo hizo en 2019. Me
presenté, pues mi carrera profesional es muy indicada para este tipo de
profesión. Fui pasando fases, pero desafortunadamente decidieron en la
parte médica coger otro tipo de discapacidad. Una paraplejia es más
compleja que una amputación y eligieron a un chico inglés que tiene una
pierna amputada de rodilla hacia abajo. Habrá más procesos, seguro. Éste
ha sido un primer intento. En EEUU también se trabaja en este aspecto, y
yo colaboro con varias organizaciones que buscan lanzar una persona con
discapacidad al espacio".
José Luis de Augusto trabaja mucho para mejorar la accesibilidad en
el mundo de la aviación y del espacio. "En la aviación, todo el mundo
tiene derecho a viajar y se trata de mejorar las condiciones de viaje de
las personas con movilidad reducida, que tengan facilidad para
desplazarse. Eso en aviación comercial. En aviación privada, trabajamos
para que puedan sacarse su licencia. Somos la única escuela que tenemos
aviones adaptados en España. En Europa hay sólo dos o tres. Y en el
espacio igual. Se trata de difundir, a través de sectores tan avanzados y
tan tecnológicos, que si somos capaces de lanzar al espacio a una
persona con discapacidad, será un referente... ¿Con qué cara después le
dirán a una persona en silla de ruedas en un proceso de selección de una
empresa que no está capacitada para hacer cualquier tipo de trabajo?.
Son pasos que, aunque parezca que no afectan, sí que lo hacen para ver
con otros ojos el tema de la discapacidad".
Cuando habla del accidente, cuenta a modo de curiosidad la
aceleración y el peso que soportó su cuerpo. "Lo cuento a modo de
curiosidad, pues sirve igual para un accidente de avión que para uno de
bicicleta. Nuestros cuerpos están sometidos a unas aceleraciones. Por
ejemplo, yendo a 60 kilómetros por hora y chocando contra un muro
soportamos unos 50 ó 60G. Eso significa que cada parte de tu cuerpo
pesa 50 ó 60 veces más. Si mi corazón pesa un kilo, o un poco menos,
pues en ese momento pesa 50 kilos. Y eso se proyecta para intentar salir
al exterior. Y al final es el cuerpo, la estructura ósea, la que tiene
que soportar todo eso. Y por eso en un impacto de este tipo es la que
queda dañada. En mi caso, una de mis vértebras directamente implosionó,
desapareció, y fue la que dañó el canal medular. En el accidente se
llegaron a alcanzar picos de 80G, es decir, 80 veces el peso de mi
cuerpo. Si pesaba 50 kilos, en ese momento pasé a pesar casi cinco
toneladas. No está mal...", explica, y no pierde la sonrisa.
Volver a tenerla le costó un largo periodo de recuperación. "No hay
varitas mágicas en este tipo de procesos. Recuerdo dos años de
psicólogos y mucha ayuda de mi mujer, mi familia y mi entorno más
próximo (En los diez años que han transcurrido desde el accidente ha
sido padre dos veces). Esto hace que superes estos trances y te
readaptas y vuelvas a recuperar la autonomía y funcionalidad que tenías
antes. Pero no es fácil. Es normal que haya gente que se quede por el
camino, porque es una batalla continua. Yo me levanto todas las mañanas y
le dedico dos horas a rehabilitación. Y si no dedicara ese poco de
tiempo, probablemente estaría mal por dolores y porque no tendría
movilidad".