Tercer piloto en conseguir sus alas para vuelo a Vela (SPL)
Mi historia |
Pienso que la mejor manera de contar algo tan especial para mí, es comenzar con una frase que se quedó alojada en mi memoria. La pronunció Jorge Manchado, el instructor de teoría en la escuela de vuelo del aeródromo de Ocaña, en aquellos tiempos donde yo solo podía ir de oyente a la misma:
“Estáis aquí para cumplir un sueño que, en muchos casos, es un anhelo de infancia”.
En mi caso, se ciñe tanto a la realidad que bien pudiera parecer que estaba pensando en mí al decirla.
Villanueva del Pardillo fue mi primer contacto real con aviones que estaban, podríamos decir, al alcance de la mano. Quedé entusiasmado, y más después de hablar con un instructor el cual me indicó que los ULM de dos ejes no precisaban el uso de las piernas. Al día siguiente fui por el certificado médico y ahí comenzó la desazón. Esto fue en 1987.
Durante 18 años fui dándome contra la cerrazón y la simpleza de algunos:
- Pasé por el trato degradante que me dispensó el primer médico al que fui para el reconocimiento. (No fue capaz de decirme el motivo por el que no me pasaba el reconocimiento, solo dijo: "¡Tú no puedes!" y luego mutismo absoluto)
- Leer las
estupideces dichas por un médico habilitado por Aviación Civil en la
extinta revista Volar me encendió tanto la
sangre que faltó muy poco para que le escribiera indicándole exactamente
lo que podía hacer y por dónde se podía meter el escrito, su
conmiseración y
paternalismo. -¿Dónde se habrá doctorado semejante jumento que carecía de tacto y psicología? -
- De saber que si viviese en otro país no tendría ningún problema y que aquí ¡no había ningún resquicio a la esperanza!
Poder subirme y pilotar el avión es algo maravilloso, extraordinario. No sé qué calificativo usar. Algo que era impensable, que sucedió por ¿casualidad? Aún me pregunto qué fue lo que me impulso a ir a Ocaña. En la revista del RACE, donde leí el artículo, sólo había una pequeña reseña de las las actividades del aeródromo y en ningún lado del mismo se hacía referencia a veleros adaptados ni nada parecido. ¿Sería mi destino? Sea como fuere, el anhelo más fuerte y antiguo que tengo en mi memoria se cumplió el día 26 de julio del 2005. En una divulgación que me dio Iñaki me dejó pilotar el velero durante un ratillo. Tiempo suficiente para darme cuenta de que yo podía, sin lugar a dudas, hacerlo.
Me dije a mi mismo: "Todo lo que venga a partir de ahora, será bienvenido" y lo que debería llegar para que la dicha fuese completa sería poder sacarme la licencia. No puedo decir que fuese lo máximo, porque siempre estoy dispuesto para llegar más lejos, más alto y más fuerte -espíritu olímpico que tiene uno- pero qué duda cabe: "cuando llegue ese momento será para dejarlo reseñado con letras doradas" pensé. (Es una cursilada, pero queda bonito).
Los sueños rara vez se cumplen y los de la más temprana edad ni siquiera se recuerdan. Éste, en cambio, me ha acompañado durante toda mi vida y aunque otros se pusieran en primer plano durante algunos momentos, nunca llegaron a eclipsarlo.
En un principio fueron los preciosos aeromodelos de madera y metal que me hacía mi padre. -Aún conservo alguno- Estoy seguro que estas maquetas habrán sumado su granito de arena para dar lugar a que me gusten tanto los aviones.
Después una televisión en blanco y negro acrecentó mi gusto por el vuelo, creo yo. Emitían en la 1ª Cadena, en aquellos lejanos tiempos la única, una serie titulada “LOS ISLEÑOS”, creo recordar, de cuya trama no me acuerdo, pero sí tengo grabada la imagen de los protagonistas utilizando para sus desplazamientos y aventuras un hidroavión de los empleados en la II Guerra Mundial. Esta serie estaba en antena cuando yo contaba pocos años y desde ese momento empezaron a llamarme la atención los aviones y todo lo relacionado con el vuelo. Después vinieron las visitas a los museos del ejército y al de aviación de Cuatro Vientos con mi padre, donde continuó el acercamiento al tema, la compra de libros y, por fin en los años 80, la visita al aeródromo de Villanueva del Pardillo, la charla con el instructor de vuelo y el choque brutal con el médico contado más arriba. Más tarde, los médicos del Hospital del Aire, muy amables, fueron los que me indicaron que tenían las manos atadas por la normativa. Sin saber muy bien hacia dónde canalizar mi rabia, dirigí escrito al Defensor de Pueblo por lo que consideraba y, sigo considerando, una merma en mis derechos como ciudadano de este país, hecha, eso sí, de una forma solapada.
“No te prohíbo que lo hagas, pero tampoco adopto las medidas para que puedas hacerlo como en el resto de la Unión”
¡Una carbonada! Con este quiero y no puedo llegamos a otro siglo, otro milenio. El año 2005 trajo parte de lo que he estado esperando tanto tiempo. El único "pero" que puedo poner, es que algunos de los míos ya no pueden verlo.
Más fechas importantes para recordar:
16/08/05, Ése día, gracias a la mediación de Iñaki, contacté con Elisabeth Heilmeyer para hablar de su intento de crear una asociación/club de vuelo. Le dejo mi teléfono y queda en llamarme cuando tenga algo.
11/08/11 La suelta
19/10/2011 ¡El gran día ha llegado! Lo he estado esperando desde los 7 años. Solo han sido 43 años esperando. Treinta y cinco, si contamos desde la edad reglamentaria para poder sacármelo.
La "meteo" de la noche anterior indicaba que el tiempo iba a cambiar a peor y la verdad es que cuando salía de casa había muchas nubes y un viento fresquito. A las 8:45h estaba aparcado delante del edificio principal del aeródromo. Me había llevado los apuntes para echarles un último vistazo, cosa que finalmente no hice.
Uno de los compañeros de promoción pasó camino de la cafetería. Abandoné el coche y seguí sus pasos. En la barra estaban varios pilotos de las remolcadoras, entre ellos Fran, éste será quien me remolcará en el examen. Un té para calmar los gatos que tengo en el estómago. Por fin van llegando los 16 convocados para el examen. Formamos un pequeño círculo en la entrada al que se acercan diversos instructores, Pedro Berlinches, Javier etc. para dar ánimos. Se acerca también Jorge Manchado para darnos las últimas instrucciones y comentarnos que hará unos papelitos para sortear el orden de la prueba de vuelo.
El examinador nos indica que entremos en el aula, nos comenta brevemente la forma de responder el cuestionario y nos lo entrega.
Todos los nervios que tenía antes desaparecen y termino de contestar el examen en segundo lugar.
De nuevo en la barra, charlo con Jorge Manchado y con el compañero que ha terminado en primer lugar. Con cuentagotas van llegando los demás. ¡El tiempo pasa muy despacio! Por fin se abre la puerta del aula y nos indican que entremos. Mi nombre aparece de los últimos: “Ricardo Plaza, un 89%” La tercera mejor nota del examen. Tengo ganas de gritar de alegría pero me aguanto.
Nuevamente en el círculo, llega Jorge con la bolsa llena con los papelillos numerados para el sorteo. En ese momento me da igual el orden. Meto la mano en la bolsa y sale el cinco.
Con el coche me dirijo hacia la pista 11 y, cuando estoy llegando veo que el BUO ya está allí. Mientras van llegado los compañeros, voy revisando el aparato, aflojando los cinturones, metiendo los pedales hacia el fondo para que no me estorben, comprobando la radio. Lo que hago siempre antes de nada. Cuando ya están todos allí y el primero ya está en el aire, le pido al que va delante de mí, que me ayude a realizar la revisión prevuelo. Llega el primer aterrizaje y es un poco desastroso, casi rompe un plano.
Han pasado los cuatro primeros. Ya estoy dentro del aparato esperando al examinador. Por fin llega y tras el saludo, en una breve charla, le comento que será la segunda vez que volemos juntos. Al principio no lo recuerda pero, tras las oportunas aclaraciones me dice: “Ah, sí, pero no llevabas barba. Te dije que si fuera un examen, ya estarías aprobado” asiento, y le comento en broma que si quiere lo dejamos y me doy por aprobado. Sonríe y me dice: "mejor volamos, ¿no? Si. Volemos"
Doce minutos dan para dos 360º a derecha e izquierda y para una pérdida. Luego es mío y lo llevo a pista sin ningún problema. Me felicita y se va a otro avión.
Así, casi sin darme cuenta, me he convertido en piloto. El sueño ha sido realizado. Luego vienen las felicitaciones de los compañeros que vienen a retirar el avión hacia el hangar, de Pedro Berlinches, que me comenta que se ha quedado sin batería en la cámara y que ya nos haremos la foto otro día; de Fran, que me lleva en el Land Rover hasta mi coche y de los demás que están en el toldillo. A continuación vienen las llamadas para anunciar la buena nueva. Un efímero paso por la oficina para pagar el vuelo, recoger el título, los papeles para las tasas de la licencia y ya, por último, una emotiva despedida de Jorge Manchado que tan buenos ratos me ha hecho pasar y del que tantas cosas he aprendido.
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