31 ene 2007

DIEGO PELLEJERO

DIEGO PELLEJERO

Primer piloto discapacitado que consigue su licencia de ULM 

 

En 1996, con 20 años recién cumplidos, sufrí una lesión medular C7 a causa de una zambullida en la playa, al lanzarme de cabeza desde una roca. Siempre tuve mucho apoyo de mi familia y mis amigos, y, unido a mis ganas de seguir haciendo cosas, en el año 2000 acompañé a un amigo a una concentración de parapente. Allí me ofrecieron hacer un vuelo biplaza y no dudé en decir que sí. Fue en el pico El Sol, en La Camocha (Gijón). Recuerdo que hicimos varios intentos de despegue, ya que dos personas tenían que sostenerme en el aire y correr ladera abajo al ritmo del piloto para coger suficiente velocidad, porque apenas soplaba el viento. Nos caímos unas tres veces, pero finalmente conseguimos despegar y disfruté de un vuelo de esos que te enganchan para siempre.



Meses más tarde, acompañando de nuevo a mi amigo a otra concentración —ya volábamos juntos los biplazas—, me hablaron de un chico con lesión medular que volaba solo en parapente y fabricaba arneses adaptados que protegían las piernas y facilitaban tanto la asistencia en el despegue como el aterrizaje autónomo. Sin pensarlo, me puse en contacto con él y le encargué uno.

Una vez metido en el mundo del vuelo libre, fui conociendo a gente del entorno que me invitaba a volar en sus ultraligeros y avionetas. Poco a poco empecé a interesarme por el vuelo en ultraligero, ya que, al ser motorizado, no dependía de nadie para despegar, como en el parapente. Después de varios vuelos como acompañante —y de haber llevado los mandos en el aire— contacté con el Club de Vuelo Cambre, en A Coruña, y decidí intentar obtener la licencia.

Acudí a un médico aeronáutico para conseguir el reconocimiento clase 2. Tras hacer las pruebas y presentar documentación y fotos de mandos y aviones adaptados que había encontrado en internet, me dieron el “apto”, ya que el aparato que iba a pilotar, un Tango de dos ejes, no requería el uso de los pies. Mi primer reconocimiento médico fue el 12 de noviembre de 2001.

 

Tras completar las clases teóricas y los vuelos de instrucción, en agosto de 2004 aprobé los exámenes teórico y práctico, obteniendo así la licencia de piloto de ultraligero.

Continué volando con normalidad hasta que en 2005 me hicieron un reportaje en La Voz de Galicia titulado “El tetraplégico que vuela”. A raíz de aquello, Aviación Civil contactó con el médico que me había dado el apto y le pidió que me comunicara que no podía volar. Él respondió que esa notificación debía hacerla Aviación Civil directamente, pero nunca recibí ninguna comunicación oficial. Sin embargo, cuando me tocó renovar el certificado médico en 2006, el mismo médico me explicó que había sido advertido por Aviación Civil de que no podía emitir el apto hasta que ellos revisaran mi expediente. Finalmente, me comunicaron que no era apto, a pesar de tener 104 horas de vuelo certificadas.

Presenté un recurso judicial con un abogado, pero perdí el juicio.

En esa época ya había hecho algunas pruebas en Ocaña con veleros, con la intención de sacar la licencia de vuelo a vela. En Predif me decían que el curso no estaba disponible, así que decidí ir igualmente una semana a Ocaña para volar todos los días, como si fueran vuelos de divulgación, con el objetivo de aprender. Allí conocí en persona a Elisabeth, con quien ya había tenido contacto telefónico. Ambos nos presentamos a la prueba en vuelo con la intención de obtener el reconocimiento médico necesario. La prueba fue perfecta: pude entrar y salir del avión por mí mismo y controlarlo sin problema, ya que las maniobras de despegue y aterrizaje las tenía muy practicadas.


Sin embargo, al recibir la resolución, Aviación Civil me calificó como “Apto con piloto de seguridad” por una cardiopatía congénita. Aquello me desanimó bastante, porque tener que volar siempre acompañado me parecía una limitación absurda: ¿para qué quería una licencia si quien me acompañara también debía tenerla?

 


A partir de entonces dejé tanto el vuelo a vela como el de ultraligero, y seguí practicando parapente libre y paramotor (había construido un "trike" con el que podía despegar de forma autónoma). Pero con el tiempo, y por diversas circunstancias, también lo fui dejando.

Actualmente no vuelo, pero continúo con la mirada en el cielo

 

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