En los veinte años de existencia de Las Sillas Voladoras hemos recibido las simpatías y ayudas de algunas empresas y de personas particulares. Aunque todas son bienvenidas, hoy vamos a destacar las que nos proporcionan las manos expertas de un verdadero artesano del aire llamado Manel Gil.
Con paciencia y buen hacer, Manel subsana los pequeños desperfectos que sufren nuestros aviones en el transcurso del día a día. Aunque pequeños, la suma de todos ellos si no se le pone remedio, convertirían una hermosa máquina de elegantes líneas, hecha para disfrutar del cielo, en una grotesca caricatura de si misma donde habría que pensárselo dos veces antes de subirse.
En este país nuestro donde no hay ningún taller dedicado a la reparación de los veleros; tener a alguien como él que lo mismo te arregla el cristal de la cabina, que un desperfecto en el ala, es un privilegio.
No todo son
desperfectos, también contamos con su colaboración para las cosas
agradables. Verbigracia cuando hay que colocar en el lugar preciso la
publicidad de los patrocinadores, esa que ayuda a nuestra asociación para que siga
llevando nuestro mensaje de integración a las personas con
discapacidad. ¡Muchas gracias de corazón, por todo lo que haces por nosotros!
