Ricardo Plaza -
Tercer piloto en conseguir sus alas para vuelo a Vela (SPL)
|
Mi historia
|
Mi
conclusión sobre este tema es que: "Cada persona, con discapacidad o
sin ella, sabe lo que puede hacer o no, nadie debe decidir por él". Por tanto
el "Tú no puedes" que me dijo el médico, se transforma en "YO DECIDO".
Pienso que
la mejor manera de contar algo tan especial para mí, es comenzar con una frase que se quedó alojada en mi memoria. La pronunció Jorge Manchado, el instructor de teoría en la escuela de vuelo del aeródromo de Ocaña, en aquellos tiempos donde yo solo podía ir de oyente a la misma:
“Estáis aquí para cumplir un
sueño que, en muchos casos, es un anhelo de infancia”.
En mi caso, se ciñe tanto a la realidad que bien pudiera parecer que estaba
pensando en mí al decirla.
Villanueva del Pardillo fue mi primer contacto real con aviones que estaban, podríamos decir, al alcance de la mano. Quedé entusiasmado, y más después de hablar con un instructor el cual me indicó que los ULM de dos ejes no precisaban el uso de las piernas. Al día siguiente fui por el certificado médico y ahí comenzó la desazón. Esto fue en 1987.
Durante 18 años fui dándome contra la
cerrazón y la simpleza de algunos:
- Pasé por el trato degradante que me dispensó el primer médico al
que fui para el reconocimiento. (No fue capaz de decirme el motivo por el que
no me pasaba el reconocimiento, solo dijo: "¡Tú no puedes!" y luego mutismo absoluto)
- Leer las
estupideces dichas por un médico habilitado por Aviación Civil en la
extinta revista Volar me encendió tanto la
sangre que faltó muy poco para que le escribiera indicándole exactamente
lo que podía hacer y por dónde se podía meter el escrito, su
conmiseración y
paternalismo. -¿Dónde se habrá doctorado semejante jumento que carecía de tacto y psicología? -
- De saber que si viviese en otro país no tendría ningún
problema y que aquí ¡no había ningún resquicio a la esperanza!
Poder subirme y pilotar el avión es algo maravilloso, extraordinario. No sé qué calificativo
usar. Algo que era impensable, que sucedió por ¿casualidad? Aún me pregunto qué
fue lo que me impulso a ir a Ocaña. En la revista del RACE, donde leí el
artículo, sólo había una pequeña reseña de las las actividades del aeródromo y
en ningún lado del mismo se hacía referencia a veleros adaptados ni nada
parecido. ¿Sería mi destino? Sea como fuere, el anhelo más fuerte y antiguo que
tengo en mi memoria se cumplió el día 26 de julio del 2005. En una divulgación que me dio Iñaki me dejó pilotar el velero durante un ratillo. Tiempo suficiente para darme cuenta de que yo podía, sin lugar a dudas, hacerlo.
Me dije a mi mismo: "Todo lo que venga a
partir de ahora, será bienvenido" y lo que debería llegar para que la dicha
fuese completa sería poder sacarme la licencia. No puedo decir que fuese lo
máximo, porque siempre estoy dispuesto para llegar más lejos, más alto y más
fuerte -espíritu olímpico que tiene uno- pero qué duda cabe: "cuando llegue ese momento será para dejarlo reseñado con letras doradas" pensé. (Es una
cursilada, pero queda bonito).
Los sueños
rara vez se cumplen y los de la más temprana edad ni siquiera se recuerdan.
Éste, en cambio, me ha acompañado durante toda mi vida y aunque otros se
pusieran en primer plano durante algunos momentos, nunca llegaron a eclipsarlo.
En un principio fueron los preciosos
aeromodelos de madera y metal que me hacía mi padre. -Aún conservo alguno- Estoy seguro que estas maquetas
habrán sumado su granito de arena para dar lugar a que me gusten tanto los
aviones.
Después una televisión en blanco y negro acrecentó mi gusto por el vuelo, creo yo. Emitían
en la 1ª Cadena, en aquellos lejanos tiempos la única, una serie titulada “LOS
ISLEÑOS”, creo recordar, de cuya trama no me acuerdo, pero sí tengo grabada la imagen de los
protagonistas utilizando para sus desplazamientos y aventuras un hidroavión de
los empleados en la II Guerra Mundial. Esta serie estaba en antena cuando yo
contaba pocos años y desde ese momento empezaron a llamarme la
atención los aviones y todo lo relacionado con el vuelo. Después vinieron las
visitas a los museos del ejército y al de aviación de Cuatro
Vientos con mi padre, donde continuó el acercamiento al tema, la compra de libros y, por fin
en los años 80, la visita al aeródromo de Villanueva del Pardillo, la charla con
el instructor de vuelo y el choque brutal con el médico contado más arriba. Más tarde, los médicos del Hospital del Aire, muy amables, fueron los que me
indicaron que tenían las manos atadas por la normativa. Sin saber muy bien hacia dónde canalizar mi rabia, dirigí escrito al
Defensor de Pueblo por lo que consideraba y, sigo considerando, una merma en
mis derechos como ciudadano de este país, hecha, eso sí, de una forma solapada.
“No te prohíbo que lo hagas, pero tampoco
adopto las medidas para que puedas hacerlo como en el resto de la Unión”
¡Una carbonada! Con este quiero y no puedo llegamos a otro siglo, otro milenio. El año 2005 trajo parte de lo que he estado esperando tanto tiempo. El
único "pero" que puedo poner, es que algunos de los míos ya no pueden verlo.
Más fechas importantes para recordar:
16/08/05, Ése día, gracias a la mediación de Iñaki, contacté con Elisabeth Heilmeyer para hablar de su intento de crear una
asociación/club de vuelo. Le dejo mi teléfono y queda en llamarme cuando tenga
algo.
11/08/11 La suelta
19/10/2011 ¡El gran día ha llegado! Lo he estado
esperando desde los 7 años. Solo han sido 43 años esperando. Treinta y cinco,
si contamos desde la edad reglamentaria para poder sacármelo.
La "meteo" de la noche anterior indicaba que el
tiempo iba a cambiar a peor y la verdad es que cuando salía de casa había
muchas nubes y un viento fresquito. A las 8:45h estaba aparcado delante del
edificio principal del aeródromo. Me había llevado los apuntes para echarles un
último vistazo, cosa que finalmente no hice.
Uno de los compañeros de
promoción pasó camino de la cafetería. Abandoné el coche y seguí sus pasos. En
la barra estaban varios pilotos de las remolcadoras, entre ellos Fran, éste
será quien me remolcará en el examen. Un té para calmar los gatos que tengo en
el estómago. Por fin van llegando los 16 convocados para el examen. Formamos un
pequeño círculo en la entrada al que se acercan diversos instructores, Pedro Berlinches,
Javier etc. para dar ánimos. Se acerca también Jorge Manchado para darnos las
últimas instrucciones y comentarnos que hará unos papelitos para sortear el
orden de la prueba de vuelo.
El examinador nos indica que entremos en el aula,
nos comenta brevemente la forma de responder el cuestionario y nos lo entrega.
Todos los nervios que tenía antes desaparecen y
termino de contestar el examen en segundo lugar.
De nuevo en la barra, charlo con Jorge Manchado y
con el compañero que ha terminado en primer lugar. Con cuentagotas van llegando los demás. ¡El tiempo pasa muy despacio! Por
fin se abre la puerta del aula y nos indican que entremos. Mi nombre aparece de
los últimos: “Ricardo Plaza, un 89%” La tercera mejor nota del examen.
Tengo ganas de gritar de alegría pero me aguanto.
Nuevamente en el círculo, llega
Jorge con la bolsa llena con los papelillos numerados para el sorteo. En ese momento
me da igual el orden. Meto la mano en la bolsa y sale el cinco.
Con el coche me dirijo
hacia la pista 11 y, cuando estoy llegando veo que el BUO ya está allí.
Mientras van llegado los compañeros, voy revisando el aparato, aflojando los
cinturones, metiendo los pedales hacia el fondo para que no me estorben,
comprobando la radio. Lo que hago siempre antes de nada. Cuando ya están todos
allí y el primero ya está en el aire, le pido al que va delante de mí, que me
ayude a realizar la revisión prevuelo.
Llega el primer aterrizaje y es un poco desastroso, casi rompe un plano.
Han pasado los cuatro primeros. Ya estoy dentro
del aparato esperando al examinador. Por fin llega y tras el saludo, en una breve
charla, le comento que será la segunda vez que volemos juntos. Al principio no
lo recuerda pero, tras las oportunas aclaraciones me dice: “Ah, sí, pero no llevabas barba. Te
dije que si fuera un examen, ya estarías aprobado” asiento, y le
comento en broma que si quiere lo dejamos y me
doy por aprobado. Sonríe y me dice: "mejor
volamos, ¿no?
Si. Volemos"
Doce minutos dan para dos 360º a derecha e
izquierda y para una pérdida. Luego es mío y lo llevo a pista sin ningún
problema. Me felicita y se va a otro avión.
Así, casi sin darme cuenta, me he convertido en piloto. El sueño ha sido realizado. Luego vienen las felicitaciones de los
compañeros que vienen a retirar el avión hacia el hangar, de Pedro Berlinches,
que me comenta que se ha quedado sin batería en la cámara y que ya nos haremos
la foto otro día; de Fran, que me lleva en el Land Rover hasta mi coche y de los
demás que están en el toldillo. A continuación vienen las llamadas para
anunciar la buena nueva. Un efímero paso por la oficina para pagar el vuelo,
recoger el título, los papeles para las tasas de la licencia y ya, por último,
una emotiva despedida de Jorge Manchado que tan buenos ratos me ha hecho pasar
y del que tantas cosas he aprendido.